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El Ave Fénix: el símbolo de la renovación y la resiliencia

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Ave Fénix, Crónicas de Nuremberg (1493)

El Ave Fénix se trata de un ave mitológica asemejada a un águila, con grades garras y plumajes rojos, anaranjados y amarillos. Su particularidad consiste en su capacidad de ignición cada 500 años, para seguidamente resurgir de sus cenizas. Se trata de una criatura procedente de Oriente Medio y de la India, que llegando hasta Egipto, tiene una gran herencia árabe.

Otra de sus cualidades son el efecto curativo de sus lágrimas, su gran fuerza y su resistencia física. El Fénix se encarnó como el símbolo de la resurrección y del renacimiento, del poder del fuego, de la purificación y de la inmortalidad.

El traspaso del Ave Fénix hacia la mitología grecorromana se remonta a los escritos de Heródoto (484-425 a. C.): «Pero todavía hay otra ave sagrada, la llamada Fénix. Yo la he visto solamente en pinturas, pues acude a ellos muy de tarde en tarde, sólo cada quinientos años, según dicen los de Heliópolis, y sólo acude a ellos, afirman, cuando se les ha muerto el padre». Heródoto describió al Ave Fénix como un ave con un plumaje rojo y dorado, asemejado al del águila, el cual «levanta el vuelo en Arabia y lleva al santuario del Sol el cadáver de su padre, que ha recubierto de mirra, y lo entierra en él. », para posteriormente insertar el cuerpo en un huevo de mirra y trasladarlo al santuario del Sol, en Egipto (Heródoto, Historia II, 73). El imaginario del Ave Fénix retorna a los escritos de autores clásicos como Plinio el Viejo, Séneca u Ovidio.

En cuanto a la simbología del Ave Fénix, en Roma, ya desde el siglo I d. C., se tomó la idea de la regeneración, asemejándola al ideario de la Roma Aeterna y su renovación continua a través de cada emperador. Este imaginario continuó a través del emperador Adriano (117-138 d. C.), con quien se plasmó la iconografía del Fénix en las monedas y áureos con un doble significado: el Ave Fénix representaba la eternidad alegórica de Trajano como su sucesor; y, por otro lado, se perpetuaba esa idea de la Roma Aeterna como símbolo para los ciudadanos romanos.

La leyenda cristianizada, por otro lado, presentaba al Fénix como una criatura que vivía en un rosal del Jardín del Paraíso, cuyo nido prendió fuego una vez Adán y Eva fueron expulsados de Paraíso. Al ser la única criatura que no había probado la fruta del Paraíso, se le concedieron los dones del fuego, la luz y la inmortalidad. A través de figuras como Claudiano, se utilizaba al Ave Fénix como recurso mediante el cual explicar los misterios del Cristianismo.

Este imaginario se perpetuó hasta la Edad Moderna, con el Ave Fénix como representante de la resiliencia y del ideario de la continuidad del orden político, social e histórico de la Monarquía Hispánica. Tras la guerra de Sucesión, los Borbones se consolidaron como la nueva dinastía, por lo que la Monarquía Hispánica renacía de sus cenizas, al igual que el Ave Fénix, como una nueva dinastía renovada y absolutista.

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Miniatura del Bestiario de Aberdeen:

ave fénix renaciendo de sus cenizas (siglo XII)

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