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La Hidra de Lerna y el culto a la serpiente

Matar a la Hidra de Lerna fue el segundo de los Doce Trabajos de Heracles, mandados por la diosa Hera y por su primo Euristeo. Tras matar al león de Nemea, Heracles se tuvo que enfrentar a esta formidable criatura. Se trataba de un monstruo acuático con nueve cabezas en forma de serpiente, aunque algunos autores afirmaban que tenía hasta cien cabezas. Pues la particularidad de esta criatura es que por cada cabeza que le fuera cortada, del corte renacían otras dos cabezas. La Hidra de Lerna era la hija de Tifón y de Equidna; fue criada por la diosa Hera y era la hermana del león de Nemea, enfrentándose a Heracles para vengar su muerte. La Hidra guardaba la entrada al inframundo, en el lago de Lerna.

Con la ayuda de su sobrino Yolao, Heracles se enfrentó contra esta criatura. Cortar sus cabezas de una en una era inservible, por lo que Heracles comandó a su sobrino que incendiase el bosque que se encontraba a su alrededor para que el fuego cauterizase las heridas de la Hidra, evitando que pudiera regenerarse. Cuando Heracles cortó la última cabeza restante, enterró a la bestia bajo tierra, todavía viva, y colocó una enorme roca sobre ella para evitar su retorno. Antes de marcharse, Heracles bañó la punta de sus flechas con la sangre venenosa de la Hidra, como muestra del cumplimiento de la hazaña ante Euristeo.

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Heracles fue representado desde la cerámica ática hasta por pintores renacentistas y barrocos como Zurbarán, semidesnudo y con la piel del león de Nemea sobre él, antorcha en mano enfrentándose a esta serpiente de varias cabezas. 

 

 

Desde la mitología, la Hidra es presentada como un fenómeno multiplicador a pesar de los intentos de su destrucción, pudiendo desligar su significado del mito sin quitarle la importancia que tiene. Por otro lado, cabe destacar la importancia de la Hidra de Lerna en términos de la universalidad del culto de la serpiente en diferentes culturas, también conocido como la ofiolatría. La Hidra podía vista tanto como una criatura que causaba terror y conmoción, como un ser que no presentaba amenaza ninguna, como es el caso de la cultura vikinga.

Hércules y la hidra (Lucas Cranach, 1537)

La simbología de la Hidra y de la ofiolatría es un tanto peculiar. Esta era asociada con el medio natural y el medio acuático. Que las serpientes vivieran en agujeros bajo tierra suponía una conexión directa con el mito de la Hidra de Lerna, haciendo referencia al monstruo como una fuente torrencial que suponía un peligro para la población. Como la guardiana del inframundo, la conexión de la Hidra con el diablo era directa, simbología que se perpetuaría en la iconografía cristiana de la Edad Media y la Edad Moderna, asociando a la criatura con componentes diablescos, representándola como Lucifer engañando a Eva. Otras de sus características eran sus cualidades proféticas y los sueños premonitorios.

 

Las interpretaciones del valor simbólico de la Hidra a lo largo del tiempo son bastante variadas, pudiendo tanto interpretar a la criatura como un dios guardián de tesoros, como que esta fuese vista como la reencarnación del terror y de los malos augurios, representación que se fue configurando de una forma heterogénea hasta la actualidad.  

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Hércules lucha contra la hidra de Lerna, Francisco de Zurbarán (1634)

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