top of page

La historia de la jirafa en Europa es una historia muy larga, que abarca muchos siglos, pueblos y gobernantes. Esta historia comienza con los romanos: fueron ellos los primeros en traer una a Europa. El éxito que había obtenido Julio César en Egipto hacia el 46 a.C. le permitió llevarse a Roma varios "botines de guerra". Entre estos botines se encontraron varios animales exóticos, procedentes del zoológico real (en Egipto era frecuente que los faraones tuvieran zoológicos; de esta zona data el primer zoológico conocido, que perteneció a Hatshepsut).

De entre todos los animales que César se trajo consigo de vuelta a Roma destacaba, sin duda, la jirafa. Este ejemplar, al que llamaron camelopardis (por parecer ser un cruce entre camello y leopardo) fue el primero de su especie en pisar suelo europeo. Tanta fama alcanzó en la historia que a él le debe la jirafa actual su nombre científico.

En la Edad Media encontramos más jirafas que siguieron los pasos de la de César. Federico II (1194-1250), emperador y rey de Alemania, Sicilia, Chipre y Jerusalén, fue muy conocido en su época por tener un poblado zoológico, con osos, camellos, dromedarios, elefantes, gacelas y un único ejemplar de jirafa. Este sería, probablemente, el único ejemplar de jirafa que vería Europa hasta poco más de dos siglos después, cuando la Jirafa Médici pasaría a formar parte de la historia.

La delicadeza de la Jirafa Médici

Hablar de la Jirafa Médici es hablar de Lorenzo Médici, también conocido como Lorenzo el Magnífico (1449-1492). Este prominente personaje del siglo XV ha pasado a la historia por haber pasado de ser un próspero comerciante florentino a convertirse en el mayor príncipe del Renacimiento. En esta historia, su querido camelopardis juega un papel fundamental.

Para cuando la Jirafa Médici entra en escena, Lorenzo se había convertido en un auténtico príncipe del Renacimiento: ambicioso, adinerado e ingenioso, su industria se basaba en principios que luego Maquiavelo pondría por escrito. Reconocido mecenas de las artes y ávido lector, conocía a historia de Julio César y el prestigio que la jirafa egipcia le había granjeado. Aunque su abuelo, Cósimo, había mandado construir una jirafa de madera, Lorenzo ansiaba una jirafa de verdad.

La oportunidad de conseguirla se presentó en el contexto de unas negociaciones diplomáticas entre la República de Florencia, a quien representaba, y el sultán mameluco Qatbay, de Egipto. En su búsqueda de unirse contra los enemigos comunes (Venecia y los Otomanos), la embajada egipcia le regaló a Lorenzo, además de cerámicas y otras riquezas, un maravilloso ejemplar de camelopardis.

Este animal rápidamente se convirtió en la principal moneda de cambio en las negociaciones diplomáticas entre mamelucos, florentinos y franceses. No obstante, el destino le reparaba un aciago e inesperado final: la jirafa se partiría el cuello, al quedarse este enganchado en las ramas de un árbol del que comía.

Contenido relacionado

  • Twitter
bottom of page