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Hanno, el elefante blanco del Papa

"Bajo esta gran colina yazco enterrado

Poderoso elefante que el Rey Manuel

Habiendo conquistado el Oriente

Envió cautivo al Papa León X

Donde al pueblo romano maravilló,

Una bestia no vista en largo tiempo.

En mi vasto pecho percibieron sentimientos humanos.

El Destino me envió a mi residencia en la bendita Latium

Y no tuvo la paciencia de dejarme servir a mi señor tres años completos.

Pero deseo, oh dioses, que el tiempo que la Naturaleza me asignó,

y el Destino me arrebató

Lo añadáis a la vida del gran León.

He vivido siete años

He muerto de angina

He medido doce palmos de altura

Giovanni Battista Branconio dell'Aquila

Chambelán privado del Papa

Y preboste de la custodia del elefante,

Ha erigido esto en 1516, el 8 de junio,

En el cuarto año del pontificado de León X.

Lo que la Naturaleza ha arrebatado

Rafael de Urbino con su arte ha restaurado.

Estas son las palabras que León X le dedicó a su paquidermo favorito, el elefante Hanno. Por desgracia, el fresco de Rafael no se ha conservado. En cambio, se conocen cuatro bocetos que muestran al elefante. En tres de ellos sale acompañado por su guía que, en ocasiones, hace también de intérprete en las historias." (Pimentel, 2010: 43)

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Los cuatro testimonios gráficos que nos quedan del elefante blanco. Tomados de https://es.wikipedia.org/wiki/Hanno.

 

La historia de Hanno es parecida a la de Ganda. El Rey de Kochin se lo entregó a Alfonso de Alburquerque, gobernador portugués en la India, como presente. Alfonso, a su vez, lo mandó por barco a Lisboa, donde residió un tiempo, antes de que fuera regalado por Manuel I de Portugal a León X. A diferencia del famoso rinoceronte, que seguiría sus pasos poco tiempo después, Hanno logró atravesar el Mediterráneo con éxito y llegar a Roma, donde se convertiría en una auténtica atracción para sus habitantes y para el pontífice, quien le cogió gran cariño. Allí fallecería poco tiempo después de que lo hiciera Ganda. Sin embargo, al igual que Ganda, el fuerte simbolismo que soportaba su espalda era inmortal.

El elefante, especialmente si era blanco, como Hanno, era un símbolo de bondad y sabiduría. Ya los antiguos griegos consideraban que el elefante era el animal más cercano al ser humano por su gran inteligencia. Fueron muchas las historias que se contaban de elefantes que lograban aprender el idioma de la tierra que habitaban, y que se hacían famosos por su memoria, sus dotes para la filosofía y su observación de los cielos. Sabiendo esto no es de extrañar que el guía que acompaña a Hanno en la mayoría de los grabados fuera también considerado su intérprete.

Enemigo mortal del dragón, de la cobra y del rinoceronte, la dureza de su espalda contrastaba con la fragilidad de su vientre, punto débil que siempre buscaba este último en sus enfrentamientos. La lucha eterna y natural entre los dos paquidermos es una metáfora de la lucha del bien contra el mal, la racionalidad contra la sensualidad; el Oriente salvaje y exótico frente al Oriente cristianizado: el Yahvé del Antiguo Testamento contra el Dios del Nuevo Testamento.

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