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Las lamias: entre la feminidad y lo monstruoso

Como un ser mitológica nacido del folklore grecolatino, la lamia es conocida como una criatura monstruosa seductora y asusta niños. Se trata de una criatura dual, pues es conocida tanto a nivel individual como por ser la que conforma la tipología monstruosa de las lamias. Las historias sobre las lamias no son exclusivas de la mitología grecolatina, sino que se trata de unos seres que se extendieron hasta el folklore vasco o el búlgaro, entre otros.

Según el mito, Lamia era la reina de Libia, siendo también hija de Poseidón y de Libia. Amada por Zeus, esta despertó celos en la diosa Hera, la cual se vengó, matando a sus hijos y la condenó a no poder cerrar nunca más los ojos, para que siempre tuviera presente la imagen de sus hijos muertos. Transformada ahora en un monstruo (algunos escritos afirman que Hera fue quien transformó a Lamia en un monstruo, mientras que otros aseguran que su transformación se debió a la pena que le consumió por la muerte de sus hijos), Zeus le otorgó el poder de arrancarse los ojos para poder descansar, y poder volver a ponérselos más tarde. Ante la impotencia de haber perdido a sus hijos, Lamia devoraba a los hijos de las otras madres. La historia de Lamia sirvió a muchas madres griegas y romanas para meter miedo a aquellos niños que se portaban mal, convirtiendo su figura en un mito temible.

Con cuerpo de serpiente y pechos y cabeza de mujer, este personaje sirvió para construir el imaginario de las lamias, que eran pequeños monstruos africanos con cuerpo humano de cintura para arriba que mataban y devoraban a los viajeros después de seducirlos. En este aspecto las lamias eran asociadas con otros seres como las sirenas o las empusas, que eran espectros infernales seguidores de la diosa Hécate que podían adoptar cualquier forma para atemorizar a mujeres y niños y para seducir hombres para posteriormente beber su sangre.

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The Fall of Man (Cornelis van Haarlem, 1592)

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Lamia (Edward Topsell, 1658)

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Two Witches (Hans Baldung Grien, 1523)

Si nos trasladamos fuera del imaginario grecolatino, esta criatura tomaba distintas formas: ya fuera desde la mitología castellana, como una hermosa mujer híbrida que el día de San Juan tomaba forma humana completa; o desde el folklore búlgaro, como una criatura de varias cabezas, similar a la Hidra de Lerna, que seducía a muchachos para matarlos y alimentarse de su sangre, para así ensalzar su belleza. Quizá una de las figuras más conocidas emparentada con la lamia es Lilith, considerada como la primera esposa de Adán en la cultura hebrea. Esta abandonó el Edén y se acabó convirtiendo en un demonio que raptaba niños de sus cunas, concibiendo hijos (los “lilim”) con hombres mientras estos dormían.

En los bestiarios medievales, las lamias eran mencionadas como monstruos demoniacos despiadados y salvajes. Gervasio de Tilbury definiría a la lamia como una bestia feroz que proporcionaba leche con ternura y que entraba en los hogares para robar comida y bebida, herir a los hombres y mujeres y raptar a los niños. Sería la concepción medieval de lo sobrenatural, la hechicería y las primeras persecuciones de brujas en el siglo XV, lo que llevarían a esa transición del concepto de la lamia como un monstruo híbrido al de la bruja durante la Edad Moderna. De tal manera que se perpetua el imaginario de la mujer seductora y malvada con el de la bruja moderna, que era juzgada por abducir y matar niños, adorar demonios y por practicar magia erótica.

Esta idea de la mujer seductora genera una asociación directa de las lamias con el modelo de femme fatale que surgiría posteriormente, convirtiendo a este ser en una seductora temible que atemorizaba a aquel que se le ponía por delante y que es presentada como una criatura que supone un peligro para el hombre. Foucault trató la cuestión de la estigmatización de la mujer y como su marginalidad y su aislamiento de la vida pública generó una pérdida de la identidad de la mujer entre lo humano y lo bestial. Y esto es lo que explicaría todas estas vertientes monstruosas respecto a las lamias, que solían ser asociadas con la feminidad (Ahn Ríos, 2016: 124).

Toda esta amalgama de mitos y de concepciones en torno a las lamias, pasando por figuras como la de Lilith o las brujas  suponen un precedente del ideario de la vampiresa moderna y del arquetipo de la feminidad que a través de la historia han construido un relato muy complejo y fascinante.

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